Lejos de lo que dice el gobierno, la crisis por la sequía y escasez del agua es una realidad en nuestro país. Negarla es no enfrentarla. No tomar las medidas necesarias para mitigarla y, sobre todo, para afrontar el reto que significa que una parte de la población no tenga acceso en condiciones regulares a este vital líquido. Pero la razón de esta situación no sólo tiene que ver con el cambio climático que todos los días nos recuerda que es una cruda realidad. Los gobiernos morenistas han disminuido los recursos para garantizar el acceso a este derecho fundamental, lo que se ha traducido en serios problemas. Particularmente en la ciudad esta condición se agrava porque desde que asumió López Obrador la jefatura de gobierno se castigó un programa prioritario de renovación de la red primaria lo que permitió que en el período 97-2000 se recuperara el 30 por ciento que se perdía por fugas. De acuerdo a su visión estas obras no se ven, no dan votos. No vale la pena invertir significativamente en ello no importa que pongan en riesgo la vida y los derechos de millones de mexicanos. Ahí está el metro como caso emblemático de esta perspectiva. No sólo tiene problemas todos los días por la falta de mantenimiento, sino que ya se han perdido vidas por la indolencia de la que ayer era la Jefa de Gobierno y hoy es la candidata oficialista a la presidencia.

De acuerdo a una nota de de María Cabadas, el presupuesto destinado a Conagua y para la infraestructura hidráulica disminuyó para este año en un 12.5 y 28 por ciento, respectivamente. Justamente cuando es año electoral se sacrifican rubros tan importantes en el presupuesto, porque hay que dedicarlo para aumentar las transferencias monetarias que, según su lógica, si generan réditos electorales, no importa que quienes reciben estos apoyos sean los que más sufren con la escasez del agua, sobre todo las mujeres. En el caso de la capital, la situación no es diferente. Pensamos que como vivimos en el corazón de México aquí el problema está resuelto. Nada más falso. En muchas colonias de esta urbe no hay un servicio regular de agua y el gobierno capitalino ha dejado de invertir significativamente en un programa de mitigación de fugas, justo cuando se ha alertado que la hora cero puede llegar por el desabasto y particularmente por la incapacidad del sistema Cutzamala para seguir proveyendo a la zona metropolitana. En la última semana dicho sistema sólo envió un promedio de 7.9 metros cúbicos por segundo a la ciudad, lo que significa una drástica disminución con relación a enero de 2019 cuyo promedio estaba en 16. La desaparición del Fonden agrava esta circunstancia. En gran medida la negativa a una declaratoria de emergencia tiene que ver con que no hay recursos para sustentarla a pesar de que la sequía azota a gran parte del país.

El 26 de agosto de este año está marcado por el Organismo de Cuenca Aguas del Valle de México como el día en que el sistema Cutzamala colapsará y dejará de operar por la falta de agua. Pero para entonces ya habrá pasado la elección. Para qué voltear a ver para ese lado si no genera clientela electoral. Pero no se puede tapar el sol con un dedo. Tanta crueldad empieza a cobrar factura.

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